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Día 3. Boda.

30/4/2015

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Llegó el día de la boda.

Como ya es habitual desde que llegamos, nos levantamos temprano, desayunamos y acompaño a Guille a comprar algo de abrigo a Irene. La pobre se encuentra muy mal; ha pasado toda la noche vomitando y ahora está durmiendo un poco.

Nos arreglamos, nos ponemos todos guapísimos y un par de “combis XXL” vienen a buscarnos para llevarnos a la finca donde se celebrará la boda. Por el camino nos detenemos para dejar pasar al coche de Ramón y que así, llegue antes que nosotros, costumbre totalmente contraria a la española, donde los invitados esperan al novio y no al revés. Tras un buen rato, nos dicen que continuemos. Al llegar a la finca, los novios y los invitados peruanos nos están esperando! Hemos esperado demasiado. Siento un poco de vergüenza colectiva…

El lugar es espectacular y, a la vez, contradictorio. Parece un bonito oasis en medio de tierras de cultivo y casas pobres. Y nosotros en medio de esta pobreza derrochando lujo…

La capilla es preciosa. Las familias y los novios están, como es de esperar, muy nerviosos. Creo que es la primera boda en mi vida que no se me hace pesada. De hecho, el sermón del cura consigue emocionarme, me llega de verdad, me da donde duele. Habla sobre las tres partes de una relación: atracción física, amistad y sacrificio por el otro, además de que sin comunicación no hay nada, que sin amor no somos nada. Me parece una visión más filosófica que religiosa del matrimonio y por eso me gusta. Pero a la vez, siento una profunda tristeza… tristeza porque esas ilusiones que también yo tenía, se rompieron, fracasaron o, más bien, no eran reales.

Me gustaría estar a solas  los últimos días del viaje para poder pensar tranquilamente en todo esto.

El día transcurre, como es de esperar, feliz. Encuentro muchas diferencias con respecto a las bodas españolas que me encantan. Por ejemplo, nos levantamos a cada momento a bailar o hacer algún tipo de juego. Entretanto, me asomo a ver cómo está Irene. Apenas ha dormido y como no puede comer nada, pidió a los dueños de la finca si había algún lugar en el que pudiera tumbarse un poco. Ella aspiraba, como mucho, a un sofá pero, en cambio, le cedieron una habitación enoooorme en la que, al fondo del todo, había una cama gigantesca con dosel del siglo XIX, creo recordar. Los muebles eran todos de la misma época y hasta la puerta de la habitación parecía sacada de una película. Cuando me asomaba a ver si estaba bien, apenas la distinguía en la penumbra, allá a lo lejos, acurrucada tan pequeñita en medio de una cama de gigantes.

A media noche, empieza la “hora loca” en la que los novios sacan unos gorros con los que disfrazarse. Como se trata de una boda de nacionalidades mixtas, el lado peruano ha preparado cholos, que son los típicos gorros de los indígenas, y nosotros que junto con los padres y hermanos del novio formamos la comitiva española, hemos llevado sombreros cordobeses, boinas vascas y algún tricornio para hacer la gracia.

¡Creo que es la boda más divertida en la que he estado nunca!.

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Día 2

29/4/2015

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ImagenSobrevolando el mar de nubes en los Andes
En el aeropuerto de Lima pasamos unas horas pero estamos espabilados y hasta de mejor humor. Recorremos las tiendas y un poco los alrededores descubriendo que la ciudad nos recibe gris y fría. Es curioso, piensan que somos gringos o ingleses ¡jajajaj! Me resulta muy gracioso. Sin embargo, en la puerta de embarque del avión hacia Arequipa, un señor de unos sesentaitantos se me acerca con mucha gracia y me pregunta “peruana, ¿es este el avión a Arequipa?” Con una sonrisa, le digo que sí y que soy española. Entablamos los tres una animada conversación acerca de la evolución del turismo peruano y español, de nuestros puntos de vista, del cambio en las preferencias que se ha producido en los intereses de los turistas en los últimos años. El señor se llama Federico Díaz Salas y posee varios hoteles, uno de ellos en Puno. Me parece un hombre inteligente, sencillo y amable, tanto que nos quedamos alucinados cuando Fio más tarde nos cuenta que no es dueño de un hotelito, sino de un pedazo de hotel de 5 estrellas.

Por fin, aterrizamos en Arequipa. El avión nos deja a pie de pista y desde la ventanilla observamos que Fio y Ramón nos esperan. Bajamos emocionados las escalerillas; habitualmente no tengo tanta prisa por salir del avión, pero hoy es diferente. Recogemos las maletas, nos despedimos de nuestro nuevo amigo y vamos, por fin, al encuentro de la pareja. Tras los achuchones de rigor, tomamos un taxi que nos conduce a una velocidad endiablada por las calles de Arequipa. El volcán Misti es impresionante, con su cumbre nevada; transmite una sensación de irrealidad.

Llegamos al hotel Casa de Margot, una antigua casa colonial encantadora. Las habitaciones parecen haber sido añadidas sobre la marcha en medio de un laberinto de pasillos y escaleras. Dejamos los chismes, nos vamos a comer un par de pizzas buenísimas y descansamos un rato. Por la noche, cenamos en los Antojitos de Arequipa, donde hacemos el descubrimiento del siglo: el pollo al cordon-bleu. No creo que sea algo típico peruano, lo sé, pero está de muerte :P

La plaza de armas es impresionante. Antes de localizarla, nos perdimos por unas calles por dirigirnos equivocadamente en sentido contrario, las cuales poco a poco van tornando un aspecto cada vez menos recomendable. Preguntamos a unos señores y caemos en la cuenta de nuestro error, por lo que desandamos nuestros pasos para, por fin, tras doblar una esquina, admirar la plaza principal de Arequipa. La catedral es asombrosa, con una iluminación que se extiende a todos los pórticos. Me quedo boquiabierta, casi se me saltan las lágrimas…


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Día 1

28/4/2015

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Siempre me han parecido curiosas las formas que adoptan las nubes vistas desde arriba… realmente es una posición antinatural, ¿no crees? Niebla flotando entre las alturas, nubes que no han “caído” al suelo y, por tanto, no es necesario llamar a ningún vecino para que nos ayude a levantarlas.

Se abre el paréntesis y me encuentro en un espacio liminal situado en ninguna parte, a caballo entre el océano, el espacio y el tiempo, de duración indeterminable; soy incapaz de imaginar la duración de esta fase. Una vez traspasada, una realidad diferente aparecerá… Durante unos días volverá esa sensación, ya conocida, de estar viviendo otra vida, solo que esta vez, probablemente, será más extraño que otras ocasiones, pues son muchos los “anclajes” que estarán presentes en este viaje y, a la vez, se dará el fenómeno totalmente contrario: la sensación de extrañamiento ante un país, un lugar, unas costumbres desconocidas. ¿Tendrá factores comunes con México? Dentro de un tiempo y un espacio indeterminados e indeterminables lo sabremos.

Llegamos al aeropuerto de México DF a las 15:15, hora española, para hacer nuestra primera escala. Casi perdemos una maleta y a Álex casi le da algo al reclamar, pero nos atiende un señor amable y atento que, finalmente, la encuentra. Nos sale la luz verde al pulsar el botón dichoso de la aduana y pasamos sin más problemas a… ¡disfrutar de tacos dorados!

Estoy agotada, no puedo más… Pasamos pronto a la sala de embarque; aún queda una hora para que salga el avión pero necesito sentarme, los ojos se me cierran, apenas puedo mantenerme despierta. En mi duermevela pienso en lo curiosos que me han parecido siempre estos no-lugares: zonas de paso en los que la gente apenas pasa unas horas, en las que se cruzan aleatoriamente sin establecer relaciones, para después continuar con sus vidas. Y, a la vez, si el espacio, el no-lugar, hablara, cuántas historias, anécdotas, sería capaz de transmitir…

Tan pronto hace frío como calor en el avión México- Lima. Al final del vuelo el calor resulta incluso agobiante, pero la verdad es que me da igual: paso las casi 6 horas de vuelo haciendo un esfuerzo (no demasiado grande) por dormir todo lo posible.

Al llegar a Lima recogemos el equipaje sin problemas y, aunque nos toca revisión en la aduana, simplemente consiste en pasar los bultos por un escáner, a diferencia de México, donde te los abren y registran con detenimiento. Por tanto, salimos sin problemas pero, al llegar al mostrador de Inka-raíl, nos espera otra contrariedad… No podemos recoger los billetes de Ollantaytambo – Machi Picchu sin más, como habíamos acordado, sino que nos piden los datos de las 11 personas que haremos el viaje. Después de mucho marearnos la perdiz, eso sí,  muy amablemente, encontramos la solución después de una hora; se me va a romper la espalda…

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    PERÚ: cuaderno de viaje.


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