
Cansados, amanecemos más tarde. Nos encontramos con el resto del grupo para dirigirnos al Convento de Santa Catalina. Como somos tantos, nos desperdigamos por la miniciudad. Mi grupo queda reducido a Álex, Estepa, Eddie y yo. La verdad es que lo pasamos genial imaginando cómo eran las vidas de aquellas mujeres que incluso tenían criadas y vendían las celdas que sus familiares habían mandado construir, con el fin de mantener el mismo “status social” que había en el exterior.
Recorremos poco a poco las celdas, las estancias, las calles… y a veces tengo la sensación de trasladarme a otra época, a otro lugar…
Al salir nos damos de bruces con las comparsas que desfilan con motivo de la fiesta grande de Arequipa. Resulta imposible cruzar la plaza y nos entretenemos un rato viendo la gente pasar, escuchando una y otra vez el carnaval arequipeño.
Recorremos poco a poco las celdas, las estancias, las calles… y a veces tengo la sensación de trasladarme a otra época, a otro lugar…
Al salir nos damos de bruces con las comparsas que desfilan con motivo de la fiesta grande de Arequipa. Resulta imposible cruzar la plaza y nos entretenemos un rato viendo la gente pasar, escuchando una y otra vez el carnaval arequipeño.
Está todo repleto de gente. Y, entre sopa de restos de pollo que soy incapaz de tomar, y el pollo en sí, buenísimo, pasamos una comida entretenida.
Terminamos el día de resaca post-boda cenando en casa de Fío, con su familia, donde aprovechamos para preparar el que será nuestro próximo destino en un par de días: Cuzco. Pero lo más importante de la velada no fue eso: por fin probé el cebiche, consiguiendo vencer mi fobia al pescado crudo :P
Terminamos el día de resaca post-boda cenando en casa de Fío, con su familia, donde aprovechamos para preparar el que será nuestro próximo destino en un par de días: Cuzco. Pero lo más importante de la velada no fue eso: por fin probé el cebiche, consiguiendo vencer mi fobia al pescado crudo :P